Las autonomías son múltiples: somos un problema mundial para las élites
Raúl Zibechi
Participación de Raúl Zibechi, periodista y analista uruguayo, conocedor de los movimientos sociales latinoamericano, durante un diálogo sobre autonomía y organización comunitaria que sostuvo el pasado 28 de mayo, vía skype, con la comunidad purhépecha de Cherán, Michoacán.
Primero que nada quiero saludar con un abrazo muy fuerte a la comunidad de Cherán que sabemos que vive horas muy complejas y difíciles, y que pese a todo decidió mantenerse en sus posiciones de firmeza y resistencia, y es ya un referente y un ejemplo para todos los que en otras partes del mundo estamos comprometidos con los mismos valores e ideas que plantean ustedes.
Me parece que el camino que hemos elegido unas cuantas personas y colectivos de autonomía respecto a los Estados es un camino importante porque permite construir un mundo diferente en este mismo mundo, porque nos permite avanzar en la construcción de algo que no sea sometido a lo que hoy tenemos y que no, como dicen ustedes, suponga agachar la cabeza para seguir siendo lo que otros quieren que seamos.
La autonomía es múltiple: del pensamiento, de ideas. Es una autonomía organizativa, que en determinado momento se arraiga en un territorio de nuestras comunidades, y decidimos que no sólo nosotros como personas seamos autónomas, sino también las comunidades en las que vivimos y los territorios que habitamos. No es más que autogobierno, no más que decidir por nosotros y por nosotras mismas qué vamos a hacer en el acierto o en el error, y eso quiere decir que nuestra autonomía es autónoma y no la va a imponer nadie más que el colectivo en el que estamos.
Por supuesto que en el mundo en el México y la América Latina de hoy, trabajar por la autonomía supone ser automáticamente objeto de la represión y la ofensiva del Estado. No podemos evitar que el Estado y el capital nos ataquen, y tenemos que buscar colectivamente cómo hacerles frente de la manera más inteligente posible. Tenemos muchas experiencias en América Latina de autonomía y de ofensiva del Estado para limitar nuestras autonomías. Lo están viviendo ustedes, lo han vivido los compañeros de San Juan Copala, lo han vivido y lo viven los compañeros de la Selva Lacandona, las comunidades indígenas de Colombia permanentemente agredidas por los paramilitares y el Estado, las comunidades quechuas peruanas que resisten a la minería. Se trata de una forma militar o militarizada de control del territorio que supone la alianza entre el capital y el Estado.
Otras formas más sutiles, que necesariamente se combinan con éstas, son las ayudas estatales dizque para el desarrollo o para superar la pobreza. Esta forma de agredir nuestras autonomías es sutil, digamos que es una forma blanda de agredirnos, pero no es menos grave porque busca aniquilar la soberanía alimentaria que tienen las comunidades, o la soberanía política; busca rendirnos con unas pequeñas migajas que son tapas de calamina para hacer la vivienda, o bloques, o canastas de alimentos. Se trata de desorganizar nuestros espacios, de hacer que sean menos y menos autónomos. Esta forma blanda de agredir nuestras autonomías va de la mano con la forma dura, militar, pero las dos persiguen los mismos objetivos, que consisten en reposicionar al Estado en nuestros espacios.
El Estado es la avanzada, detrás viene el capital a hacer negocios. Ellos, Estado y capital, no pueden permitir que nuestros movimientos se relacionen horizontalmente entre sí, que la población se relacione con la población. Ellos necesitan que la población se relacione con el Estado y el capital. Cuando digo que hay resistir de forma inteligente, digo que a veces hay que plantar la cara y resistirles de forma frontal, y a veces hay que hacer como cuando uno baila algún movimiento de cintura. No le voy a decir a nadie cómo tiene qué hacer. Las gentes son maduras y saben cómo, y si no saben, tienen que discutirlo, pero sí puedo decirles que la autonomía no es algo puro, que tiene momentos en los cuales puede necesitar dar un paso atrás y establecer un vínculo con el Estado, que no tiene por qué todo el tiempo establecer una barrera con él. El problema es que, decidamos lo que decidamos hacer, lo hagamos colectivamente, que no se dispare el individualismo, que no avance la división de nuestras comunidades.
Por último, tenemos que saber que hay un proyecto de las clases dominantes en el mundo: imponer su dominio a sangre y fuego, aun a costa de un genocidio, de una guerra mundial o nuclear. En algún momento del siglo pasado las clases dominantes decidieron que antes de perder sus privilegios prefieren que el planeta se destruya. Eso tenemos que tenerlo claro para saber cómo actuar en cada momento. Están dispuestos a que se hunda la barca antes que perder el timón, y esto lo digo no para paralizarlos, sino para tener claro lo que ellos tienen pensado sobre nosotros, lo que han planificado hacer en caso de que lo consideren necesario. Las clases dominantes de hoy son probablemente las clases que tienen más claros sus intereses, son más despiadadas que nunca, y tienen las armas, los instrumentos de control necesarios para creer que pueden perpetuarse en el poder. Quienes estamos en la posición de arrebatarles ese poder o, como mínimo, forzar a que lo entreguen o lo compartan con los de abajo, sabemos que cualquier paso que implique perder una parte de su poder está siendo reprimido de forma feroz.
Las élites del mundo actúan más o menos todas con las mismas intenciones. Tenemos que tener esto presente para el camino, obrar en consecuencia, reflexionar cómo hacerle, compartir con nuestros compañeros y compañeras los saberes que vamos adquiriendo en la lucha, pues esto es parte de la lucha por las autonomías. Somos muchos y muchas en el mundo los que buscamos un camino distinto al que ellos quieren que recorramos, que es simplemente votar cada cinco o seis años y volver a nuestras casas a mirar la televisión, a trabajar y dejarlos a ellos gobernar, que no es más que acumular capital. Pero esos muchos y muchas estamos en todas partes: en Egipto, Grecia, Túnez, España, América Latina, incluso en Estados Unidos. Trabajando de esta manera les estamos creando un problema mundial a las élites y también de eso tenemos que ser conscientes, pues cuanto más avanza nuestra lucha, cuanto más avanza la revolución, más poderosa es la contra revolución que se prepara. Pero así es la vida, y creo que tenemos que felicitarnos y alegrarnos, pese a todos los dolores que sufrimos y sufriremos, de que en este momento seamos tantos y tantas quienes estamos peleando por crear un mundo nuevo, otro y diferente.
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