LA VOZ QUE ROMPE EL SILENCIO
29-SEPT-2011
Balas impunes silencian la voz triqui
Tensión tras el asesinato de dos comunicadoras de San Juan  Copala; amenazas oficiales
San Juan Copala, Oaxaca. La radio comunitaria La voz que rompe el silencio,  la cual transmitía su señal en idioma triqui desde el municipio autónomo de San  Juan Copala hacia una docena de pueblos enclavados entre los cerros colindantes,  salió del aire el 7 de abril, poco después de las cinco de la tarde. Adolfo y  Bernabé, los dos locutores que estaban a cargo de la austera cabina, al conocer  la noticia de que sus compañeras Teresa Bautista y Felícitas Martínez habían  sido asesinadas en una emboscada, apagaron los micrófonos y el transmisor.  Enmudecieron.
Desde entonces ni ellos ni su radio –un proyecto de comunicación que apenas  tenía tres meses de vida y al que definen como “un ala de nuestra experiencia  autonómica”– no han recuperado el habla. El jueves pasado, frente a una docena  de periodistas y dos visitadores de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos  (CNDH) que atravesaron el nudo montañoso de la sierra mixteca para bajar a la  hondonada de Copala, Adolfo trata de decir algo. Pese a sus esfuerzos la voz se  le atora en la garganta. Debe-rían haber estado a su lado, para hablar con la  prensa, los padres de Tere y Feli, pero no acudieron. “Gente  del gobierno de Ulises Ruiz los contactó para amenazarlos. Les dijeron que si  hablaban corrían peligro; si callaban, recibirían recursos”, denuncia Jorge  Albino, de la comisión de comunicación del municipio autónomo. Era el miedo que  rompe la voz.
Hasta que aparece, inesperada, la pequeña figura de Gregoria Agustina, con  las trenzas blancas deshechas. Pasa al frente del palacio municipal, rodeada de  decenas de mujeres como ella, silenciosas. Amorosamente desdobla y extiende un  vestido rojo, el típico traje triqui, bordado en telar. Cinco rasgaduras en la  parte media trasera del tejido –los cinco orificios de las balas que mataron a  su nieta Felícitas– dicen más que las palabras. Ni siquiera hay rastros de  sangre. La abuelita, que se hizo cargo de Feli y su hermana Laura a la  muerte de su madre, hace tres años, lo lavó hasta borrar la última mancha. ¿Cómo  iba a dejar que el vestido que llevaba Feli el día de su muerte quedara  sucio? Fue el silencio de Gregoria el que rompió el miedo.
Los visitadores de la CNDH tuvieron que tomar nota del reclamo de Jorge  Albino, coordinador de la radio comunitaria del municipio autónomo: “No queremos  que aquí le echen tierra a la muerte de nuestras compañeras como le hicieron en  la Zongolica”, la sierra nahua de Veracruz, donde la versión del gobierno  federal y del presidente de la CNDH, José Luis Soberanes, de la “muerte por  gastritis” de la anciana Ernestina Ascensión se impuso mediante esa pinza de  amenazas y ayudas económicas que terminó por silenciar la denuncia de su  familia, en el pueblo de Soledad Atzompa.
El gobierno autónomo solicita que la Procuraduría General de la República, a  través de la fiscalía para delitos contra periodistas, atraiga el caso, porque  no confían en la justicia estatal.
En Oaxaca, el procurador general de Justicia, Evencio Nicolás Martínez  Rodríguez, dio la clave de hacia dónde se dirige la averiguación al declarar que  el atentado “no era contra las locutoras, sino contra Francisco Vázquez”,  empleado del Registro Civil que conducía el vehículo en el que viajaban. Él, su  esposa Cristina y Jaciel, uno de sus pequeños hijos, siguen internados en un  hospital de Oaxaca, pero hasta ahora no han sido interrogados.
Acusaciones y venganzas sin fin
Desde finales de los años 90 el movimiento social de los triquis vive  enfrentado y atrapado en una cadena incesante de hechos violentos, acusaciones  mutuas, venganzas sin fin. La temprana muerte de Felícitas y Teresa, activas en  el proceso autonómico, tiene su contraparte de dolor.
El 5 de julio del año pasado dos jóvenes, Virginia y Daniela Ortiz, hermanas  de 20 y 14 años, originarias del pueblo El Rastrojo, fueron secuestradas. Son  hijas de un dirigente del MULT. Desde entonces están desaparecidas. En este caso  también es muy poco lo que la procuraduría estatal ha hecho para ubicarlas, pese  al peregrinar de su madre y sus primas, que no han dejado de tocar puertas  reclamando la aparición de las muchachas.
La familia de las dos hermanas acusa al MULT-I de la desaparición. Cada  organización carga, así, con sus agravios. Cada una acusa a la contraria de ser  “priísta y paramilitar”. Las dos fuerzas se dicen de izquierda. Las dos  participan en la otra campaña del zapatismo, que en su último encuentro  de pueblos indios en Vícam, Sonora, intentó sin lograrlo reconciliar a los  hermanos enemistados.
En esta ocasión, el MULT protestó por la atención que la prensa y los  organismos de derechos humanos han prestado al asesinato de las locutoras. Se  trata, dijo en un comunicado, de “una campaña de desprestigio y linchamiento  político contra el MULT-UP, con el fin de preparar las condiciones de represión  policiaca militar en la región”, orquestada “desde el poder y ejecutada por las  balas asesinas de un grupo de priístas denominado UBISORT-MULTI”.
Son 500 kilómetros cuadrados de territorio triqui que suben y bajan de los  cerros áridos y espinudos, una isla cultural en el corazón de la Mixteca  oaxaqueña. Son 36 barrios, nueve agencias municipales y una sola presidencia  municipal en Copala, en la Trique Baja, más fértil, con las mejores tierras y,  por tanto, con mayores conflictos. Pero Copala, por su autonomía, no recibe  ningún recurso del estado, sobre todo porque el MULT, su archienemigo, participa  en el cabildo de Juxtlahuaca, donde se deciden las partidas presupuestarias.
Catorce comunidades se alinean con el MULT-UP y 18 con los autónomos. Los  cementerios de cada pueblo reciben, de tanto en tanto, los cuerpos de nuevas  víctimas, de uno y otro bando, caídas en las temibles emboscadas que perpetran  pistoleros a sueldo, con cuernos de chivo. El MULT original, que nació  en 1981 después de un largo proceso de resistencia y organización contra los  caciques, pagó, en su momento, una muy alta cuota de sangre.
Francisco López Bárcenas, abogado mixteco y autor de numerosas  investigaciones sobre el proceso de resistencia de esa región, recuerda que la  última gran marcha del movimiento triqui, antes de la ruptura, fue en 1987. Al  año siguiente, con el gobierno estatal de Heladio Ramírez, llegaron grandes  sumas de dinero a despertar el apetito de sus dirigentes. A finales de la década  se registra una violencia inédita en los pueblos y sus veredas, sobre todo  violaciones tumultuarias contra mujeres.
El ala oficialista decide, en 2000, formar un partido político, Partido de  Unidad Popular (PUP). Los enconos empiezan a provocar choques violentos. En 2005  son asesinados dos muchachos que trabajaban –como miles de jóvenes triquis y  mixtecos– en Estados Unidos y que habían llegado a celebrar las fiestas  patronales. Eran los hijos de los dirigentes Timoteo Alejandro Ramírez y de José  Albino, que acusaron a la corriente del PUP de encubrir a los pistoleros. En  marzo de 2006 se hace pública la ruptura.
El camposanto de San Juan queda en la ladera de un cerro con pinos, pasando  el río. Las tumbas de las señoritas Teresa y Felícitas aún tienen frescas las  flores. En una hay, todavía, plumas y rastros de sangre de una gallina  sacrificada. Unos dicen que es una costumbre local, para que el mal no se lleve  el alma de la difunta. Otros murmuran, por lo bajo, que los restos del  sacrificio denotan la promesa de una venganza.
tomado de:http://www.jornada.unam.mx/2008/04/21/index.php?section=politica&article=048n1pol
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